En la tierra así como en el universo, todo está interconectado. Hay sutiles formas que la naturaleza ha inventado sabiamente, que comunican a todos los seres.
Entre estas formas, está el elemento agua. Y del elemento agua, es la sangre.
La sangre es el fluido vital que mantiene vivo nuestro cuerpo. Lo hace intercomunicando cada parte, vinculando nuestros tejidos y órganos, cada célula de nuestro cuerpo recibe y da algo de sí a travez de la sangre.
La sangre lleva memorias, nutrientes, fuerza vital. La sangre que nos recorre interiormente de día y de noche, sin parar, se entera de todo lo que sucede dentro de nosotros. Es mensajera.
Las mujeres, cada luna, sangramos. Es por ello que estamos físicamente muy conectadas a la tierra. Nuestra sangre menstrual está destinada a caer sobre la tierra. Y como si fuéramos pequeñas células en el gran cuerpo de nuestra gran madre; contarle nuestras historias. Enviarle mensajes.
Mediante el sangrado somos las encargadas de informarle a nuestra gran madre cómo estamos y qué sentimos. Hacerle saber a nuestro huerto que nutrientes necesitamos. Transmitir la información emocional de nuestra especie, que es la encargada de preservar el equilibrio biodinámico en el planeta.
Hay que contarle a la tierra tantas historias... Y de hecho la sangre menstrual no es la única que informa. La tierra producirá más si enterramos en ella más placentas. Haciéndole saber que nacen más seres humanos. Así como la tierra se entera de nuestros dolores cuando recibe sangre que se derrama en las guerras.
Hay que ir de la mano con la tierra, de la sangre con la tierra, de la vida con la tierra. Porque en la tierra somos... ¿Y sin la tierra? ...
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