Con el devenir del
tiempo en la Tierra, la mujer olvidó.
Olvidó que era Madre y Abuela
no por los hijos y los nietos
que tenía
sino
por el vientre que dentro de sí
latía.
Olvidó la mujer su vientre y casi
automáticamente,
la voz se le secaba
su garganta, carraspeaba
tosiendo malhumorada
ni una nota
entonaba.
Olvidó también su canto, y con eso
rompió en llanto.
Ni un consuelo ni un abrazo.
Había de ir, a triste paso
a sollozar en su regazo
hasta olvidar lo de su canto.
Y se tendió bajo un árbol
donde cantaban criaturas
aladas, emplumadas,
des-pellejudas.
La mujer habló a las aves
Les preguntó
¿Cómo hacían?
Para cantar.
Tal vez ellas,
le podrían recordar.
Con amor le respondían
que sus cantos como el huevo
que parían,
cobraban vida en el gran nido
de la araña
que tejía.
Fue la mujer a ver la araña, y
preguntarle por su nido
que bien tejido y sin marañas,
sostenía todo
lo vivido.
Le decía "Abuela araña,
¿Cómo has hecho
esa manta, que sostiene
hasta los cantos, de los pájaros
y pájaras?"
Y la Araña que era sabia,
que tejía sin descanso,
solo por la mujer paró un momento
a traerle luz y aliento,
entre su terrible llanto.
"Mujer humana, me has hablado
y en tu voz he observado
que de tí te has olvidado.
Vuelve adentro que en tu centro
encontrarás el alimento
necesario para el canto
que florezca con tu encanto.
En el fondo de tu pecho
un corazón late contento
y bajo tus manos
en tu regazo,
hay un nido
como el del pájaro.
Ese nido guarda huevos
desde ahí, nace tu canto.
En lo oscuro de tu encanto
Llevas la luz
Para el humano.”
La mujer miró su vientre
y aunque aún se sorprende,
había crecido en su barriga
lo que una semilla
parecía.
Abriéndose
a la luz del día.
Recordó la Mujer,
que no era Madre por sus hijos,
que por los nietos no era Abuela.
Pero era una Mujer,
porque en su vientre
latía,
la vida.
Cuando quiso acariciarla
La semilla escurridiza
Se hizo saber de fibras
Más delgadas que el hilo
Del más fino lino
La semilla que había visto
La mujer, era intocable
Hecha de “nada”,
como si fuera del mismo
como si fuera del mismo
Elemento
que llamamos
Éter.
Sintió aquel “vacío”
Ni triste, ni sombrío
que en el fondo de su ombligo
que en el fondo de su ombligo
Palpitaba.
Y al mismísimo sombrío
Y oscruro vacío
Que ántes había llamado
“Nada”
La mujer, le cambió el nombre
Y le puso Esencia
de la Vida
para quien
recuerda
llevarla.
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