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lunes, 3 de julio de 2017

Lavando Memorias

Aún quedaban en mi cuerpo, las memorias de la desconfianza y el temor. Podía sentir en mi piel y en mis entrañas la milenaria incomodidad de tener que habitarme. También sentía las dudas de mi madre, el deseo de ser suficiente y el miedo de no lograrlo. Detrás de estos sentimientos, la tristeza, la rabia y el resentimiento de mi abuela tenían su guarida... Era la estancia vigilante del palacio de la culpa de todas mis ancestras.

En sólo dos segundos pude ver que me hacían falta esos abrazos de mi padre y reírme sin tomarme las obligaciones cotidianas tan en serio. Me faltaba vivir ahora, toda la alegría vibrante de mi espíritu de niña... Que se escondía tras el velo de mis propias emociones densas resguardadas en silencio, cubiertas de atenciones, mimos y favores que le hacía a cualquiera que se acercara lo suficiente.

Estaba regalando mi amor propio. Lo repartía por entre la vida como si fuera gratis para todos, como si les correspondiera. Menos para mí. Más para tí, y para tí también... pero para mí no tanto.

Así mi amor propio fue moneda que yo cambiaba por el amor de otros, queriendo llenar el hueco que dejaba cuando lo sacaba de mí sin saborearlo, ni merecerlo, ni desearlo. Si lo quería, era solamente para darlo... Pero no para tenerlo. Y así, no podía tener nada. Pero tampoco lo quería, porque del tener andaba huyendo.

Hasta que elegí sanarlo. Me herví en el agua de la bañera y enfrié mi memoria, bajando el grado de amargura para lavar el pasado. Lo dejé ahí en el agua que me bañó. Se fue despacio por las tuberías, recorriendo todo el camino hacia el subsuelo.

Desperté a un nuevo momento. E inmediatamente, se creó un nuevo pasado, que ya estaba queriendo condicionar mi presente. Así como todo esto que escribía, me quería arrebatar la noche mientras me desvelaba. Y elegía, segundo a segundo, dejar pasar el momento como por el tubo el agua.

Es un río el tiempo, que más pasa si lo paras. Y si lo ves correr se agranda. Se va por las tuberías, como el agua hacia el subsuelo. Pretendiendo que se ha ido pero sin irse por completo. Como el agua en que me bañaba, que mis memorias se llevaba, muy muy lejos... pero inmersas en el agua.

Entonces comprendí que de dejarlas ir no se trata, sino de cambiarlas. Aprovechar el momento en que aún las tengo, para adentro transmutarlas. Así se van contando un cuento nuevo, que reparten por el subsuelo, nutriendo las semillas que yo siembro.

... Eso pues, es todo lo que tengo.